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La Virgen del Rocío mandó parar el tiempo en la madrugada del 8 septiembre. Una histórica noche que va a quedar para siempre grabada en el corazón de los rocieros como el día en el que la Reina de las Marismas salía como hace cien años para la apertura de los actos del centenario de su coronación canónica. De poco sirvieron los esfuerzos de la Matriz para que esta extraordinaria procesión comenzara al alba. Al término de la lectura de la bula pontificia emitida hace cien años y tras el rezo del rosario, los primeros almonteños saltaban la reja a las 12 menos cuarto del todavía 7 de septiembre. Había una gran expectación por sacar a su patrona y así se cumplió. Con una estética que nos recuerdan a las romerías anteriores a 1919, las bambalinas del palio de la Virgen comenzaron su vaivén desde el interior del Santuario, ofreciendo una imagen inédita e irrepetible. 10 minutos después, entre el repique de campanas y un castillo de fuegos artificiales, la Virgen del Rocío se encontraba con sus hijos entre el clamor y los aplausos de los rocieros conscientes de estar viviendo estampas para el recuerdo, como las que se vivieron con su llegada al Real del Rocío, desbordado por la afluencia de personas, el lugar donde se coronó hace casi 100 años, la Reina de las Marismas miraba de frente a su historia a los sones de su coro de tamborileros.

Fue ya al alba, con un cielo pincelado de un color inusual, cuando la Blanca Paloma regresaba a su nido tras haber regalado 8 horas de una procesión, que por su sentido, significado y momento histórico, tardará en repetirse.

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