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La Inmaculada Concepción volvió a encontrarse con los onubenses en uno de los días marcado en rojo en el calendario festivo de la ciudad. Era 8 de diciembre, el día de la Inmaculada, el día en el que la Pura y Limpia de todo pecado se hace presente en las calles del centro de la ciudad para llenarlo todo de su gracia, reflejada en la elegancia de su imponente figura y el aniñado rostro de la imagen de Mario Moya, que recorrió su itinerario habitual con la elegancia que caracteriza que desde siempre ha esta tradicional procesión. A las 5 de la tarde, las campanas de la concepción anunciaban a la ciudad que la patrona de su diócesis salía a la calle. En el interior del templo su Banda del Maestro Tejera iniciaba los primeros compases de su marcha, ya en la calle, tras el himno, la Inmaculada reviraba con Estrella Sublime…

A partir de aquí, la Inmaculada fue haciéndose dueña de la tarde, siendo el centro de las miradas y otorgando un carácter mágico a una de las jornadas del Puente. Los niños de los niños un día que fundaron esta Hermandad despertaban la sonrisa de los fieles. Sonrisas que se emocionaron con la visita a las Hermanitas de la Cruz, otro punto donde la Inmaculada alcanza la gloria y la luz de la noche fue dando forma a una procesión que vuelve a poner en el centro a una advocación 5 veces centenaria, y que Huelva sabe mimar y cuidar para el deleite de uno de los días más importantes de la ciudad.

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